| A veces, | ||
| mi egoísmo me llena | ||
| de maldad, | ||
| y te odio casi | ||
| hasta hacerme daño | ||
| a mí mismo: | ||
| son los celos, la envidia, | ||
| el asco | ||
| al hombre, mi semejante | ||
| aborrecible, como yo | ||
| corrompido y sin remedio, | ||
| mi querido | ||
| hermano y parigual en la desgracia. | ||
| A veces -o mejor dicho: | ||
| casi nunca-, | ||
| te odio tanto que te veo distinta. | ||
| Ni en corazón ni en alma te pareces | ||
| a la que amaba sólo hace un instante, | ||
| y hasta tu cuerpo cambia | ||
| y es más bello | ||
| -quizá por imposible y por lejano. | ||
| Pero el odio también me modifica | ||
| a mí mismo, | ||
| y cuando quiero darme cuenta | ||
| soy otro | ||
| que no odia, que ama | ||
| a esa desconocida cuyo nombre es el tuyo, | ||
| que lleva tu apellido, | ||
| y tiene, | ||
| igual que tú, | ||
| el cabello largo. | ||
| Cuando sonríes, yo te reconozco, | ||
| identifico tu perfil primero, | ||
| y vuelvo a verte, | ||
| al fin, | ||
| tal como eras, como sigues | ||
| siendo, | ||
| como serás ya siempre, mientras te ame. | A.González. |
sábado, 8 de octubre de 2011
Carta sin despedida.
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